miércoles, 3 de abril de 2013

Aire, elemento de la vida.


Siempre me ha gustado conocer gente nueva, me aportan nuevos aires. Me hacen sentir como cuando estoy en una habitación largo tiempo cerrada y decido abrir la ventana... Una brisa, ligera o fuerte, fresca aunque no siempre, una brisa que roza mi piel y llena mis pulmones. Que viene acompañada de rayos de Sol, gotas de agua de lluvia, hojas secas de los árboles cercanos o lejanos, o de un cristalino copo de nieve.

Abro la ventana y me asomo, asomo mi cara, y espero a sentir con lo que me espera tras ella. Como esa brisa me trae olores, infinidad de olores y aromas. Me llega el aroma del pan recién hecho, el aroma de las flores, rosas, margaritas, jazmines, de la tierra y la humedad. Pruebo el aire, lo huelo y saboreo, abro mi boca y dejo recorrer la brisa hasta mi garganta. Colores, multitud de colores, reflejados hasta mis pupilas, azul, precioso azul celeste o cián, verde en todas sus tonalidades, marrones como mis ojos, rojos, rosas, blancos y amarillos. Veo y observo, un paisaje que me obliga y yo obedezco a no pensar en nada, a que vacié la mente y asimile en mi cabeza cada milímetro de lo que captan mis ojos, ríos fluir, verdes praderas con sus montes coloridos de verde y color de flores, con sus árboles, robles, sauces, pinos y chopos. Campos rubios surcados, que su uniformidad es removida por la misma brisa. El cielo azul... Cierro los ojos, el tacto y el sonido me cautivan, la brisa me susurra al oído, levemente o fuerte, un susurro que junto a su caricia me hace olvidar los problemas y a disfrutar de ese momento de ese instante. Escucho, el agua, el agua que cae por la cascada, el agua que fluye y supera sus obstáculos, que no le importa si su camino esta a una diferencia de altura de 30, 40 o 60 metros, sino que avanza y progresa, formando ríos que desde su nacimiento hasta su final, crecen tanto en gloria como en estatura... escucho el agua, si, cae del cielo, la escucho y la siento, un replique de gotas chocando contra una campana de cristal y un torrente pasando de mi frente a mi barbilla no sin antes probarla con mi lengua. A veces siento frío, otras calor gracias a los rayos de Sol. Pero la sensación que siento, siempre es la misma, quiero saltar, mi precaución me previene, y solamente lo hago cuando estoy a una altura adecuada, pero siempre lo siento, siento ganas de traspasar esa ventana de salir de la habitación.

No temo la habitación, simplemente me he cansado de ella, de tenerla como punto de referencia, volviendo cada noche, noche tras noche a ella, como si estuviera encadenado a ella. No todo es malo, a veces me resulta útil, pues me da calor y cobijo, y un lugar donde enterrar los malos pensamientos, pero muchos vuelven. Cambiar de aires lo llamo, algo que debo hacer cada cierto tiempo. Por eso me gusta conocer a gente nueva. Salto por la ventana y busco a personas desconocidas. Primero les observo como el paisaje de mi ventana, luego les selecciono como si de diamantes se tratarán, y finalmente les pongo a prueba, les exprimo cada habilidad, cada virtud, consiguiendo que cada momento sea único, que disfrutemos tanto ellas como yo, quiero ver que maravillas pueden hacer y que pueden aportar a mi vida, sonrisas, abrazos, emociones, placer. Quiero que sean cada día su mejor versión y que evolucionen, y yo pueda obtener la satisfacción de sentirme bien conmigo mismo y autorealizado, porque si mi ser querido es feliz, yo también. Pero a veces esos días se ponen grises y feos, y con ellos las personas, que sin conocerlas como a uno mismo, ya que eso es muy complicado, sacan sus defectos y su negatividad, ya que son humanos. No quieren compartir nada conmigo, ni sus logros, ni sus emociones, ni sus sonrisas, ni la sensación de que tienen vida. Y yo me siento solo. Otras veces me muestran su verdadera esencia, "mala gente", me decepcionan, brevemente, en un corto tiempo salen de mis círculos.

Pero llega un día en que la rueda girando vuelve a la posición inicial, vuelvo a la habitación, y frecuentemente no solo, llevo conmigo a las nuevas personas, que, o bien las dejo debajo de la cama donde guardo los recuerdos, o las permito ser mis compañeras de habitación durante un tiempo en el cual recibirán de mi todo lo que yo he recibido de esas personas multiplicado por 10, siempre, hasta que salte otra vez por la ventana, en ese momento las acompaño por la puerta de la habitación, si, la puerta, por la cual pueden acceder a otras salas que forman el palacio de lo que es mi vida, y formen parte de la gente que no solo será un recuerdo, sino de la gente que siempre estarán si les necesito y a las cuales yo estaré a su servicio. A los cuales nunca olvidaré y siempre visitaré de vez en cuando, porque, siendo sincero, por la puerta paso mejor. Cerraré la ventana y volveré una y otra vez, recorreré mi palacio siempre.




Gracias