Un grano de arena

Entrega tu corazón.

La lucha fue encarnizada, ambos bandos se odiaban desde hace eones y eran despiadados matándose unos a otros. Al final todos acabaron muertos. Desde lejos, en la cima de una solitaria montaña, contemplaba la escena un anciano de larga barba blanca. Era igual de viejo que aquella solitaria montaña, ya que fue él quien la creó grano a grano, piedra a piedra. El anciano, imperturbable encima de la rama de un sauce contemplaba la crueldad del mundo, el odio, la muerte, la injusticia, pero él se mantenía en calma como las aguas del estanque en el que meditaba. 


La historia había sido dura con el anciano ya que, cuando era joven, tuvo que pasar por numerosas desdichas, la vida y el mundo le golpearon incansablemente haciéndole mellar su fortaleza en innumerables ocasiones. Un día, la desesperación logró hacer brecha en su corazón y casi estuvo a punto de rendirse, pero no fue así. Una luz descendió de entre las nubes e iluminó su rostro, el miró hacia arriba sorprendido y se dejó bañar por esa luz, esa luz hizo que brotara una determinación antes desconocida para él. 


Con una nueva armadura de indestructible diamante cubriendo su corazón, ahora ardiendo como una llama imperecedera, se dedicó a recoger granos de arena y empezó a amontonarlos en una árida llanura. Cada día amontonaba un grano de arena en el mismo montículo, y ese montículo empezó a crecer y a convertirse en una colina. No paró un solo día de su vida, nadando contracorriente, enfrentándose a inesperadas dificultades y cada día añadía un grano de arena a su colina. Entrego cada latido de su ardiente corazón a esa tarea, sin importar hacia donde le llevaba.


Al final el tiempo hizo que esa colina se convirtiera en una montaña y en esa montaña brotó la vida, brotaron ríos, lagos y arboles. el hombre ya anciano miró a su alrededor, y su corazón, el cual había forjado con sus llamas ese milagro, se calmó, la paz y la serenidad inundó su cuerpo, estaba en la cima de la montaña que el mismo había creado, sin buscarlo, con la fuerza de su determinación.


Pasadas las guerras y concluido su camino, el anciano transcendió hacía el cielo dejando de si una lluvia de pétalos de sakura, que inundó el mundo y dejando su mensaje tras de si: 

"No desesperes. Encuentra en tu corazón la determinación para aportar un granito de arena cada día. Cuando entregues tu corazón a esa noble tarea, el fuego que arde en tu interior se convertirá en una llama indomable, y su resplandor te dará la voluntad para conquistar lo imposible y desafiar los límites del destino."




Lamento de un valiente.

Lamento de un valiente.

La miro y pienso, que ser más bello. Bello como el florecer del jazmín por la mañana, bello como el amanecer en el cielo nocturno, bello como las aguas cristalinas azul turquesa en un día de verano, bello como los bastos campos de trigo dorado ondeando con la brisa, bello como esa majestuosa yegua de crin blanca y dorada corriendo por el prado. 

A la sombra de su castillo, pensativo, pienso en ella, pienso en todas las cartas amontonadas en mi mesilla, cartas escritas pero no mandadas. ¿Por qué dudo? ¿Por qué no me atrevo a mandarlas?. Soy como un mero espectador que no se atreve a alterar el orden de las cosas, a generar caos, a romper la calma, como si pensara que no soy digno de alterar los elementos, de crear algo lo suficientemente bueno que dejar en este mundo, de ser la gota que genere la onda que se expanda por un basto océano hasta convertirse en un tsunami.

El tiempo pasa y mis bocetos cogen polvo en la estantería, bocetos de grandes obras que yo mismo desprecio, y sigo pasando, Luna tras Luna, páginas en blanco de historias jamás escritas en un libro, con cada vez menos hojas hasta su final.



Paso o destino.

Paso o destino.

Sólo a un paso para llegar al final, sólo a un paso para estar junto a ti. Si miro hacia atrás veo huellas, huellas de otros pasos, pasos que de no haber sido, yo no estaría a un solo paso de besar tus labios.

Pensé muchas veces en nosotros, en estar junto a ti, en pasar mis días contigo entre mis brazos, en la de veces que te diría que te quiero, en las risas, los llantos y alegrías, formar una familia y un futuro juntos. Pensé en el destino, pero los pasos para llegar no eran claros, yo intentaba andar pero no sabía si lo hacia delante, hacía atrás, parecía que estaba yendo en círculos y en más de una ocasión me sentí perdido, alicaído y a punto de rendirme.

Un día me paré y comprendí entonces que no estaba en el mismo lugar en el que estaba eones atrás, comprendí que había trazado un camino, un camino que, aunque no me llevará al destino, si que me había hecho dar pasos, muchos de los cuales me hicieron mejor, otros fallidos me hicieron aprender. Me había dado cuenta de por donde estaba yendo, por El Camino hacia un destino, y no, hacia el destino por un camino. Al fin lo vislumbre.

Delante mío no estaba el destino; solo el espacio donde dar el siguiente paso e ir creando el camino, cada uno de mis pasos me hacían avanzar, no se a donde, lo que si sé, y estaba ciegamente seguro de ello, que me llevaría hacia un destino, y de repente, estábamos cogidos de la mano, andando juntos, creando camino.




Mira hacia delante si, pero no olvides que son tus pies moviéndose en cada instante del presente los que te hacen avanzar, y aunque no sepas a donde, a algún destino llegarás.


Thanks for the inspiration!

Recuerdos del Caralibro

Recuerdo del 11 del 12 del 13.


Autorreflexión nocturna sin venir a cuento N.º 1

A veces una lagrima recorre mi mejilla sin yo haberla llamado, fluye hasta llegar a la comisura de mi boca donde acaba su camino, no entiendo la razón por la que pasa ya que no siento tristeza, es extraño.

Puede que la conexión entre yo y las personas que me importan sea tan fuerte que empatice con ellas en grandes distancias, que sienta lo que ellos sienten, incluso su profunda tristeza, es extraño.

Quizás una parte de mi encerrada entre grandes muros de acero consigue emitir una grito de auxilio transformado en un impulso que hace que brote una sola lagrima, solo una única lagrima, es extraño.

Inconscientemente, siento tristeza, y ahora que me doy cuenta lo hago a nivel consciente, no me gusta, no quiero sentir tristeza, cómo no sentir tristeza, mi respuesta es no sentir, ya no siento tristeza, ya no siento nada.

Estoy tranquilo tumbado en mi cama, sintiendo esa lagrima recorrer mi mejilla. Para mi ya no es extraño.

Gonzalo


Para que no caiga en el olvido...