La lucha fue encarnizada, ambos bandos se odiaban desde hace eones y eran despiadados matándose unos a otros. Al final todos acabaron muertos. Desde lejos, en la cima de una solitaria montaña, contemplaba la escena un anciano de larga barba blanca. Era igual de viejo que aquella solitaria montaña, ya que fue él quien la creó grano a grano, piedra a piedra. El anciano, imperturbable encima de la rama de un sauce contemplaba la crueldad del mundo, el odio, la muerte, la injusticia, pero él se mantenía en calma como las aguas del estanque en el que meditaba.
La historia había sido dura con el anciano ya que, cuando era joven, tuvo que pasar por numerosas desdichas, la vida y el mundo le golpearon incansablemente haciéndole mellar su fortaleza en innumerables ocasiones. Un día, la desesperación logró hacer brecha en su corazón y casi estuvo a punto de rendirse, pero no fue así. Una luz descendió de entre las nubes e iluminó su rostro, el miró hacia arriba sorprendido y se dejó bañar por esa luz, esa luz hizo que brotara una determinación antes desconocida para él.
Con una nueva armadura de indestructible diamante cubriendo su corazón, ahora ardiendo como una llama imperecedera, se dedicó a recoger granos de arena y empezó a amontonarlos en una árida llanura. Cada día amontonaba un grano de arena en el mismo montículo, y ese montículo empezó a crecer y a convertirse en una colina. No paró un solo día de su vida, nadando contracorriente, enfrentándose a inesperadas dificultades y cada día añadía un grano de arena a su colina. Entrego cada latido de su ardiente corazón a esa tarea, sin importar hacia donde le llevaba.
Al final el tiempo hizo que esa colina se convirtiera en una montaña y en esa montaña brotó la vida, brotaron ríos, lagos y arboles. el hombre ya anciano miró a su alrededor, y su corazón, el cual había forjado con sus llamas ese milagro, se calmó, la paz y la serenidad inundó su cuerpo, estaba en la cima de la montaña que el mismo había creado, sin buscarlo, con la fuerza de su determinación.
"No desesperes. Encuentra en tu corazón la determinación para aportar un granito de arena cada día. Cuando entregues tu corazón a esa noble tarea, el fuego que arde en tu interior se convertirá en una llama indomable, y su resplandor te dará la voluntad para conquistar lo imposible y desafiar los límites del destino."