Un grano de arena
Lamento de un valiente.
Lamento de un valiente.
La miro y pienso, que ser más bello. Bello como el florecer del jazmín por la mañana, bello como el amanecer en el cielo nocturno, bello como las aguas cristalinas azul turquesa en un día de verano, bello como los bastos campos de trigo dorado ondeando con la brisa, bello como esa majestuosa yegua de crin blanca y dorada corriendo por el prado.
A la sombra de su castillo, pensativo, pienso en ella, pienso en todas las cartas amontonadas en mi mesilla, cartas escritas pero no mandadas. ¿Por qué dudo? ¿Por qué no me atrevo a mandarlas?. Soy como un mero espectador que no se atreve a alterar el orden de las cosas, a generar caos, a romper la calma, como si pensara que no soy digno de alterar los elementos, de crear algo lo suficientemente bueno que dejar en este mundo, de ser la gota que genere la onda que se expanda por un basto océano hasta convertirse en un tsunami.
El tiempo pasa y mis bocetos cogen polvo en la estantería, bocetos de grandes obras que yo mismo desprecio, y sigo pasando, Luna tras Luna, páginas en blanco de historias jamás escritas en un libro, con cada vez menos hojas hasta su final.