A la mañana siguiente, volvieron otra vez esos pensamientos, esos pensamientos a la vez angustiosos como adictivos, tan paranoicos como afables, algo completamente irreal y esperado. Algo entre la vida y la muerte, en una espiral recurrente, algo tan impactante y excepcional. El viento sonaba por la ventana, sonaba como si te lanzaras por un precipicio en una vertical no más horizontal que una gota de lluvia, con una furia drástica.