Solo llegas del vientre de tu madre, solo has de morir, o no.
Todos estamos unidos a un nexo, un núcleo donde surge la energía que da vida al Universo, desde donde surgen haces de luz que llegan a cada uno de nosotros a cada una de nuestras almas como cordones umbilicales salidos de la misma matriz, que nos hacen estar unidos, sin saberlo, y que nos interconectan de tal manera que lo que le haces al prójimo te lo haces a ti mismo, lo que te haces a ti mismo se lo haces al otro. Por eso dicen que para poder amar hay que amarse a uno mismo.
A veces pasa que surge una necesidad de buscar al otro, a la compañera o al compañero, de buscar la amistad o el amor, de tener un hombro en el que llorar. Todos somos parte de lo mismo, todos somos uno. Al alejarnos, poco a poco, cada vez más del origen, de la luz que nos une, surge una sensación de nostalgia de lo que éramos todos antes de venir al mundo, de ser luz pura y vibrante. Vuelve la necesidad de querer sentirse parte de ese nexo, uniéndose en alma y energía a los demás, formando vínculos igual de fuertes que los haces primigenios, y unirse en sinergia creando algo superior, algo supra humano. Ya que si no, la soledad te acaba consumiendo como sombra devoradora de luz, apagando el haz que te une a los demás.
Si te sientes sola o solo, has de saber que no lo estás, que yo estaré contigo, que aunque creas que caigas no te dejaré caer, ya que estamos unidos y te sostendré. Amate y me amarás, y serás amado ya que yo me amaré, mi mano y tu mano están entrelazadas, nuestros yos están en comunión, fusionados somos más.
No estás solo.