Recuerdos del Caralibro

Recuerdo del 11 del 12 del 13.


Autorreflexión nocturna sin venir a cuento N.º 1

A veces una lagrima recorre mi mejilla sin yo haberla llamado, fluye hasta llegar a la comisura de mi boca donde acaba su camino, no entiendo la razón por la que pasa ya que no siento tristeza, es extraño.

Puede que la conexión entre yo y las personas que me importan sea tan fuerte que empatice con ellas en grandes distancias, que sienta lo que ellos sienten, incluso su profunda tristeza, es extraño.

Quizás una parte de mi encerrada entre grandes muros de acero consigue emitir una grito de auxilio transformado en un impulso que hace que brote una sola lagrima, solo una única lagrima, es extraño.

Inconscientemente, siento tristeza, y ahora que me doy cuenta lo hago a nivel consciente, no me gusta, no quiero sentir tristeza, cómo no sentir tristeza, mi respuesta es no sentir, ya no siento tristeza, ya no siento nada.

Estoy tranquilo tumbado en mi cama, sintiendo esa lagrima recorrer mi mejilla. Para mi ya no es extraño.

Gonzalo


Para que no caiga en el olvido...

Inocencia inmaculada.

 A ese niño le diría que lo siento, siento no haber podido estar ahí, siento no haberte podido dar la mano en la playa, siento no haberte podido llevar a pescar, siento no haberte podido enseñar a luchar, siento no haberte podido ayudar con las chicas, siento no haberte podido proteger cuando lo necesitabas, siento no haberte podido dar la confianza que no tenías, siento no haberte podido ayudar a gestionar tus miedos, siento no haberte podido enseñar a ser valiente, siento no haberte podido abrazar cuando te sentías solo, siento no haber podido jugar contigo con tus juguetes, siento no haber podido llenar el vacío que dejó él.

Pero no las tenía todo conmigo, yo tampoco tenía confianza para darte, tampoco tenía valor para protegerte o enseñarte a luchar, tampoco tenía suerte con las chicas, tampoco había superado nuestros miedos, tampoco podía jugar contigo, tampoco se pescar y también me sentía vacío.

Pero ahora sé que si que estoy contigo, seré valiente, seré confiado, seré fuerte, seré divertido y sobre todo te daré los abrazos que necesites cada vez que te sientas solo, porque ahora sé que nos tenemos el uno al otro, siempre nos hemos tenido, ahora no tienes que preocuparte porque yo me encargaré del resto, tu descansa, vive feliz, yo me encargo de todo, ya puedes irte mi niño, a tu mundo de infancia e inocencia, ya no cargarás más con esa mochila, porque yo que soy tu, valgo con todo, y cada vez pesa menos.

 



Al Amanecer de mis días

El dolor viene y luego se va, pero el saber todo lo que pudo ser y no fue, eso permanece, carcomiéndote por dentro haciéndote sangrar lentamente sin fin. Y quieres volver atrás y cambiar las cosas pero no puedes, quieres aprovechar el tiempo ya perdido pero no hay manera. Quieres que un milagro suceda y te conceda el deseo pero sigue siendo deseo, no realidad. 

La vida te marca un lugar y un camino que a veces parece hecho para sufrir, para ver como tus sueños no se cumplen, como los años pesan más, como intentas alcanzar su mano pero no llegas, como se te escapa el último mechón de su cabello y desaparece en las sombras. Pero aun así, no te rindes.

Alzas la mirada y miras a un abismo profundo y oscuro que amenaza con tragarte y consumirte. Y una llamarada intensa en tus ojos surge intensamente, y gritas NO, no voy a rendirme, voy a seguir avanzando, voy a seguir luchando, voy a seguir sanando, voy a seguirla hasta el fin del mundo. Ya que tu mundo eres tu, pero no solo tu, también es "tu mundo" y no le puedes fallar. Eliges sufrir, eliges cargan con más, eliges resistir, y sigues estirando tu mano esperando que la coja y agarrarla fuerte para que no vuelva a caer.

- al Amanecer de mis días -



Matriz



Solo llegas del vientre de tu madre, solo has de morir, o no.

Todos estamos unidos a un nexo, un núcleo donde surge la energía que da vida al Universo, desde donde surgen haces de luz que llegan a cada uno de nosotros a cada una de nuestras almas como cordones umbilicales salidos de la misma matriz, que nos hacen estar unidos, sin saberlo, y que nos interconectan de tal manera que lo que le haces al prójimo te lo haces a ti mismo, lo que te haces a ti mismo se lo haces al otro. Por eso dicen que para poder amar hay que amarse a uno mismo.

A veces pasa que surge una necesidad de buscar al otro, a la compañera o al compañero, de buscar la amistad o el amor, de tener un hombro en el que llorar. Todos somos parte de lo mismo, todos somos uno. Al alejarnos, poco a poco, cada vez más del origen, de la luz que nos une, surge una sensación de nostalgia de lo que éramos todos antes de venir al mundo, de ser luz pura y vibrante. Vuelve la necesidad de querer sentirse parte de ese nexo, uniéndose en alma y energía a los demás, formando vínculos igual de fuertes que los haces primigenios, y unirse en sinergia creando algo superior, algo supra humano. Ya que si no, la soledad te acaba consumiendo como sombra devoradora de luz, apagando el haz que te une a los demás.

Si te sientes sola o solo, has de saber que no lo estás, que yo estaré contigo, que aunque creas que caigas no te dejaré caer, ya que estamos unidos y te sostendré. Amate y me amarás, y serás amado ya que yo me amaré, mi mano y tu mano están entrelazadas, nuestros yos están en comunión, fusionados somos más. 

No estás solo.

Una eternidad.



Amor mío,

Morí mientras escribía estas palabras en mi último viaje, en ese viaje sin rumbo buscando el camino que me llevara a tu sonrisa; buscando la luz que desprende tu alma en el cielo y en las estrellas, luz que me cura, luz que me acaricia cual manto de seda.

La Luna crecía y llena de ti me daba fuerzas para seguir, vivo y muerto, después menguaba, yo no temía, sabía que de nuevo volvería a crecer y volver a llenarme de ti, volver a sentirte, volver a abrazarte, volver a nadar juntos como los koi de nuestro estanque.

Una estrella brilla en el firmamento, bajo el manto de Ceres. Ahí me dirijo, muerto pero decidido, hacia el brillo de la estrella, la claridad de tus ojos, reflejo de nuestro sino. Sino cumplido, porque para renacer has de morir, y morí.

Morí para pasar las noches contigo.





No dejes de nadar.


No era la decisión correcta, no fue la decisión acertada. No era A, sino B, B, sino A. La acción equivocada, el beso perdido, el amor que no fue, la risa que fue tristeza, la lagrima que fue retenida.

Fue la decisión que te empujó a nadar por un túnel donde no llega la luz, quieres parar, dejar de ir  contracorriente, porque estás cansado, solo esperas la luz, al final.

La luz no llega y miras atrás viendo como la última luz que quedó se desvanece y solamente queda la fe, la fe de que llegarás a donde debes llegar y la decisión será correcta, no dejes de nadar.



Irrealidad

Soy un sueño, un sueño simulado, que forma parte en un ciclo que no tiene fin. 

Despierto, levanto, sigo dormido. La vida no empieza, misma rutina, misma pasión vestida de seda, no hay ilusión.

Trabajo, sudo, río, lloro. Se acaba el día bajo las sabanas, cierro los ojos y al fin despierto.

Dos versos

    El hoyo es profundo, no lo llena la tierra, no lo llena el agua, no lo llena la sal, no lo llenan las lagrimas de plata brotando de la oquedad, que tu mirada perdida dejó en mis ojos cristalinos. Plata de azufre, de alma que sufre, de alma vacía sin energía disruptiva. 

    Ojos sin alma. Como un beso sin labios como una abrazo sin brazos, un corazón sediento de lo que no puede dar, de lo que no puede liberarse, de los gemidos que rasgan la luz en medio de la oscuridad. Corazón sin alma. 

    La Luna te mira cual tesoro que no puede alcanzar, cual anciana ella que vive en soledad mirando por la ventana esperando una luz, luz de ese diamante enterrado en un hoyo y que no puede brillar, mientras la luna de plata envuelta está. Alma de luna, inalcanzable, insondable, afable, naciendo en la noche muriendo en el día sin poder verte brillar.



Sin titulo

A la mañana siguiente, volvieron otra vez esos pensamientos, esos pensamientos a la vez angustiosos como adictivos, tan paranoicos como afables, algo completamente irreal y esperado. Algo entre la vida y la muerte, en una espiral recurrente, algo tan impactante y excepcional. El viento sonaba por la ventana, sonaba como si te lanzaras por un precipicio en una vertical no más horizontal que una gota de lluvia, con una furia drástica.